Jóvenes y educación, luces y sombras

La educación figura en libros escritos por políticos y en plataformas, pero poco hay de participación de sus actores en la discusión.

 

Época de campaña electoral. Afiches, globos, discursos y más discursos, propagandas más propagandas. ¿Debate? Casi nada. Son más los de afuera que discuten sobre cuestiones como dólar, inflación y devaluación, que lo que expresan los propios candidatos.

¿Y cuestiones como la educación? Ausentes, falta injustificada.

Más allá de que el crucial asunto para el futuro de la Argentina figure en libros escritos por políticos y en plataformas, y que se utilice en eslóganes, poco hay de participación de sus actores –docentes, padres, alumnos– en la discusión de un modelo educativo para el futuro.

Pese a todo, desde ámbitos académicos y especializados aparecen cada vez con más fuerza e intensidad estudios que revelan aspectos que deberían ser tomados muy en cuenta. Valga un repaso de algunos trabajos que surgieron la semana pasada, con particularidades, pero que posibilitan trazar algunas pinceladas de nuestras nuevas generaciones y sus necesidades educativas.

Compromiso del sistema. Parece obvio, pero conviene revisarlo. El papel de padres y docentes contribuye a mejorar la forma en que los jóvenes se desenvuelven en la escuela. Padres que los supervisan, docentes que tienen un compromiso a fondo, son factores de éxito para esos chicos.

Dos textuales del Tercer Estudio Regional Comparativo y Explicativo (Terce), coordinado por la Oficina Regional de Educación de la Unesco para América latina y el Caribe, publicado en La Voz del Interior .

“Los estudiantes muestran mayores niveles de logro cuando los padres les llaman la atención, los felicitan o los apoyan por sus notas, como también cuando los padres supervisan el desarrollo escolar de sus hijos los resultados de los alumnos tienden a ser más elevados”.

“Los estudiantes que son preparados por profesores que habitualmente están presentes desde el inicio de las clases tienden a mostrar mejores logros así como la promoción de su salud”.

¿Y los contenidos? Sobre esto, es interesante otro estudio, también publicado la semana pasada. Proviene de un equipo de investigación de la Facultad de Educación de la Universidad Católica de Córdoba (UCC), que fue conducido por Horacio Ferreyra y tuvo el auspicio de la Organización de Naciones Unidas para la Educación (Unicef).

La conclusión es que métodos vetustos de enseñanza y una disociación con los avances tecnológicos, junto a una currícula “fragmentada y descontextualizada”, contribuyen severamente a la pérdida de motivación por el estudio. Muchas materias “con temas poco interesantes y de poca utilidad en la vida diaria, además de la permanencia de muchas horas en la escuela”, son un cóctel maldito. ¿Qué dicen los docentes? “Son frecuentes en la escuela las prácticas curriculares con disciplinas aisladas y contenidos fragmentados”.

¿Y los padres? “Los alumnos no tienen suficientes actividades prácticas que los acerquen a la realidad”.

La voz de ellos. El Instituto de Ciencias Sociales de la Fundación Uade hizo una radiografía de los jóvenes estudiantes, que abarcó a universitarios y terciarios de entre 20 y 30 años del ámbito metropolitano de Buenos Aires (Argentina). Lo interesante es que los sitúa en un escalón educativo por encima de la primaria y la secundaria, lo que dispara una mirada por encima de la base del sistema educativo.

El trabajo ofrece una buena noticia: entre las mayores preocupaciones de este grupo está el estudio, con un 68 por ciento, en la convicción de que les ofrece más posibilidades en el mercado laboral. Justamente, esta es la segunda fuente de preocupación, con el 58 por ciento.

Pese a estas convicciones, el estudio revela que a los jóvenes les resultó difícil imaginar un futuro a largo plazo. “Sólo pudieron responder a un proyecto a cinco años, donde priorizan el terminar su carrera, lograr un buen empleo, irse a vivir solos y viajar para conocer otras culturas y formas de vida, tal vez mejores que las que ellos viven”, revela.

Tiempos de intensidad política, donde lo trascendente queda tapado por mensajes efectistas y efímeros.

Momento para recordar al escritor británico Herbert Spencer (1820-1903): “El objeto de la educación es formar seres aptos para gobernarse a sí mismos y no para ser gobernados por los demás”.

 

Ver nota original de La Voz del Interior