Prólogo

En años recientes en América Latina se han establecido políticas y acciones en torno a la formación, tanto inicial como continua, de los profesores. Los docentes quedaron en el punto de mira de aquellos que generan políticas educativas y tendencias de opinión. En esta lógica, las reformas educativas en los países latinoamericanos han puesto en el centro el desempeño de los profesores, considerándolos como la piedra de toque de los logros educativos. Esta perspectiva supone un nuevo profesionalismo, nuevos escenarios y nuevos conocimientos; lo nuevo parece ser un sentido que lo inunda todo, que signa a la totalidad. No obstante, esta idea oculta mantiene en la invisibilidad los desafíos que implica lo disímbolo, lo diferente y lo diverso de la profesión docente.

A esta andanada de nuevas demandas y condiciones laborales, se le conoce como la reconfiguración de la profesión docente. Ésta supone un papel activo del profesor para el proceso de cambio de la escuela. Sin embargo, la existencia del «profesor» en sentido genérico, es algo que queda en entredicho porque en la vida cotidiana de las escuelas lo que priva son los profesores y las profesoras, en la diversidad de su propia existencia, en su pertenencia cultural y grupal; y en la subjetivación de su propia labor. La complejidad del trabajo docente se muestra en todos los espacios donde los maestros trabajan: urbes, pequeñas poblaciones, zonas rurales, zonas marginadas, lugares de multietnicidad y multiculturalidad.